I FESTIVAL DE AJEDREZ
“PEDRO CAMACHO IN MEMORIAM”

Relato de Juan Manuel Pinar

La verdad es que desde que mi hijo tomó la decisión, propia por cierto, de aprender a jugar al ajedrez, se me vinieron a la cabeza multitud de recuerdos del instituto. Partidas en los pasillos, campeonatos divertidísimos y torneos con resultados dispares.

Después de dos años de idas y venidas al campo de fútbol llevando a mi hijo para que el señor Antonio Castellanos y Bógalo (por su madre) le hiciera amar el juego de las… piezas (joder cómo estoy). Y de muchos días en los que los ojos se me iban con las fichas y el tablero, me vinieron a la cabeza unas pequeña inquietudes; ¿y si recupero mi único libro de ajedrez? ¿y si me lo vuelvo a leer?, ¿y si participo en algún torneo?.

Nada, todo quedó en agua de borrajas hasta que D. Antonio Castellanos (por su padre) y Bógalo me hizo una proposición, no deshonesta, sino maliciosa, llena de veneno, llena de bendito veneno. Tengo que reconocer que no tuve que decirle nada, me parece que en la expresión de mi cara iba escrita una palabra en mayúsculas, cursiva, negrita y subrayada; SI.

Con todo esto en la mochila, me presento en el campeonato. Mi hijo se va a ver a sus amigos y a disfrutar del torneo. Yo, busco, y al final encuentro a alguien con quien hablar y así distraer mi manojo de nervios.

Encuentro a Antonio, que bastante tiene con lo suyo, y me cuenta el grupo en el que me ha puesto, sistema de competición y ubicación de nuestras mesas. Nada, nos sentamos y a jugar. Las mariposas campan a sus anchas por mi estómago. Total en 10 movimientos me dejo una torre y entonces me entra el relax; ¡de perdidos al río! Juego relajado y disfruto de la partida. Pierdo.

En las siguientes voy alternando estados de euforia con momentos de frustración por la falta de conocimientos, sobre todo en las aperturas.

Segundo envite contra la única chica del grupo. Inicio dubitativo y otra vez lleno de nervios. Mejoramos en la apertura y ¡al ataque! Le presento una pequeña trampa y entra al trapo; le como la dama. Un final plácido para mí con un mate agonizante para su rey.

¡Por Dios! El tercer oponente solo con sentarse delante de él ya te imponía respeto y casi miedo. Albaceteño y con cara de saber de qué va esto. Regular apertura, me rehago, intercambio de cañonazos y de piezas y llegamos a un final de rey, alfil y peones. De tiempo, un poco peor yo. Desenlace: él logra colocar el rey en el medio del tablero y todo se va por la alcantarilla pese a tener un peón de ventaja. Qué chasco.

Cuarta. Llega el amigo Antonio Condés. Apertura cerrada, bueno muy cerrada. Posicionamiento salvando los caballos para tener ventaja. Otra pequeña trampa y ¡zas! La dama a la “buchaca”. Se viene abajo y pierde tres piezas seguidas. Nos da la risa y decidimos que la partida se ha acabado y que nos vamos a echar un café. Segunda victoria.

Nueva partida y nuevo rival. En este caso si hubo quinto/a malo/a. A mi hijo le da un apretón y viaje al bar de fuera porque el único baño del claustro está muy solicitado. Cuando volvemos, a mi reloj le faltaban tres minutos y medio. ¡A correr! Mala apertura, para variar. Juego a toda velocidad y le hago pensar tanto que llegamos al final con más cantidad de segundos para mí que para el rival. Empezamos a golpear el reloj como si el tuviera la culpa de todo y llega un momento en que uno de los espectadores nos dice “jodisteis el reloj”. Paramos llamamos al árbitro. Nos pregunta si nos acordábamos del tiempo que nos quedaba y contestamos: yo 48’’ y él 7’’. Aparece el señor Salomón y decide ponernos a los dos 1´y 10’’. Qué cara me vio que intentó recular en su decisión pero nada. Arrancamos y… tercera derrota.

Sexta partida. Rosario. Jugador novel de mediana edad. Rival fácil al que derroto con tranquilidad y seguridad.

Séptimo y último asalto. A priori el rival al que más miedo le tenía porque lo conocía y sabía que era duro. Buen comienzo (al fin). Los dos nos decidimos por el ataque y yo con mis dos torres en séptima en el lado de la dama y el atacando mi enroque con alfil y dama. El que llegara el primero a minar las defensas del contrario se llevaría la victoria. Nada que hacer. “Sito” entra como un cuchillo en la mantequilla y se acabó todo.

Lo mejor del torneo; los momentos donde comentamos las partidas, las risas con el señor Condés, el final entre Javier y Antonio (caos), y sobre todo la victoria de mi chico dando el mate de escalera. Bravo campeón.

 

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